Jueves 1 de febrero de 2024.- El próximo 7 de febrero, a partir de las 19:30 horas, la Plaza de San Pedro de Atacama será testigo de la celebración de una nueva edición del Encuentro de Copleros, una iniciativa de la Fundación de Cultura que busca reunir a copleros de diversas localidades, con el objetivo de fortalecer las prácticas tradicionales arraigadas en este territorio.
Enmarcado dentro de las festividades del carnaval de San Pedro de Atacama, el Encuentro de Copleros promete ser una jornada llena de tradición local, donde los participantes tendrán la oportunidad de compartir sus conocimientos, experiencias y talentos en el arte de las coplas.
Durante la muestra, se llevarán a cabo presentaciones de las tradicionales coplas, contrapuntos y remates, protagonizados por delegaciones invitadas provenientes de diversas localidades. La diversidad de estilos y enfoques enriquecerá la experiencia de todos los asistentes, consolidando así los lazos culturales entre las comunidades participantes.
Como parte integral del evento, se llevarán a cabo talleres a lo largo del día, diseñados para fomentar la interacción y el intercambio de experiencias entre las distintas comunidades asistentes. Estos talleres no solo promoverán el fortalecimiento de las prácticas tradicionales, sino que también pretenden generar lazos significativos entre los participantes.
Rubén Reyes, director Ejecutivo de la Fundación de Cultura de San Pedro de Atacama, expresó su entusiasmo respecto al evento, afirmando que “el encuentro es una instancia para que distintos copleros del territorio puedan compartir conocimientos, siempre con el objetivo de aportar al patrimonio y a la cultura”.
Este Encuentro de Copleros se suma a las actividades previas al carnaval de la comuna, organizadas por la Fundación de Cultura, como los talleres de Caja Challera y de Máscaras de Carnaval, consolidando así la posición de la fundación como un actor clave en la preservación y promoción de las tradiciones locales.
Es un ícono cultural que combina historia, arte y naturaleza. Sus construcciones de adobe y piedra son la puerta de entrada a las maravillas del altiplano. La iglesia de San Pedro, con retablos coloniales, y el cementerio con vistas espectaculares, reflejan la historia y diversidad cultural. El Pukará de Quitor simboliza la resistencia atacameña.
A 2,800 metros, combina historia y naturaleza con viviendas de adobe y piedra. La iglesia de San Roque, del siglo XVIII, y el cementerio con vistas al Salar de Atacama son espacios de reflexión y conexión con tradiciones funerarias. Peine también es ideal para descubrir misterios arqueológicos y paisajes naturales, destacando la agricultura en terrazas y la producción de quinua.
En el paisaje andino, presenta terrazas agrícolas que desafían la aridez del altiplano. Las construcciones de piedra volcánica y adobe reflejan la adaptación ingeniosa de sus habitantes. La iglesia de San Bartolomé, con retablos coloniales, y el cementerio con vistas panorámicas destacan la conexión con el entorno. Socaire es un punto de partida para explorar el Salar de Atacama.
Un pintoresco pueblo con construcciones de adobe y techos de paja, destaca por su iglesia del siglo XIX con arte sacro y un cementerio a 3,800 metros de altitud, adornado con flores y objetos personales. Rodeado de montañas, ofrece paisajes espectaculares y rutas de senderismo. Sus festividades, como la fiesta patronal de San Antonio, reflejan la rica tradición y fe de la comunidad.
A 4,200 metros, Talabre ofrece vistas majestuosas del volcán Lascar y otros picos andinos. Sus tradiciones agrícolas y pastoriles perduran en un entorno desafiante. La capilla local es el centro de la comunidad, y las rutas hacia los campos de lava del volcán Lascar atraen a los aventureros.
Con sus construcciones de piedra liparita, transforma un entorno árido en un oasis agrícola. La iglesia de San Lucas y el cementerio elevado son emblemáticos del pueblo. La producción de vino artesanal y la Vendimia muestran la conexión de Toconao con la tierra. El Valle de Jere resalta la riqueza agrícola en contraste con el desierto circundante.
A 3,900 metros, es un pequeño poblado donde piedra volcánica y adobe se combinan en viviendas duraderas. Rodeado de cactus y formaciones rocosas, el pueblo mantiene ritos ancestrales. Su capilla sencilla y el cementerio pequeño honran a los difuntos, y las festividades celebran la conexión con la naturaleza desértica.
Situado a 3,800 metros de altitud, Matancilla muestra la adaptabilidad humana con sus construcciones de adobe y piedra. Las técnicas ancestrales en viviendas con techos de caña y barro reflejan la capacidad de sus habitantes para prosperar. Este pueblo, centro agrícola y espiritual, conserva tradiciones vivas en su capilla y cementerio.
Un bastión agrícola en un paisaje árido, ha evolucionado a lo largo de los siglos. Las construcciones de piedra y adobe con techos de paja resisten el tiempo, y la iglesia local, uno de los templos más antiguos, refleja la arquitectura colonial del siglo XVIII. El cementerio en la colina y el río que cruza el pueblo son vitales para la comunidad y sus campos.
A 4,000 metros sobre el nivel del mar, Machuca destaca por su arquitectura de adobe y techos de paja de ichu, preservando las tradiciones ancestrales. Este enclave andino, fundamental en las rutas de pastoreo y comercio atacameñas, es famoso por su legado cultural. La iglesia de San Santiago del siglo XIX y el cementerio con vistas al altiplano narran la resistencia de la comunidad a lo largo del tiempo.